Las aguas vivas son el medio más difícil en la práctica deportiva del descenso de barrancos, son difícilmente controlables y, si no se tiene experiencia, evaluables.
Es aquí donde aparecen los verdaderos límites de esta actividad. Y dicho esto hemos de pensar siempre que, a priori, el descenso de barrancos no es una práctica de aguas vivas. Al menos no lo es en el sentido que se le da en kayak o rafting.
Aquí nos movemos en otro nivel. La prudencia extrema en este medio es imperativa para evitar accidentes que normalmente tienen un trágico final. Con un caudal elevado, en ocasiones tan sólo por encima del normal, la fisonomía y las condiciones de un barranco, cambian por completo: el agua invade zonas nuevas (con lo que se restringe la movilidad en el cauce) y comienza a formarse corrientes con frecuencia incluso donde antes no lo habíamos pensado. En seguida podremos apreciar que el barranco se convierte en una especie de ratonera (en realidad una sucesión de ellas)…»
Así comienza el capitulo que a las aguas vivas dedica el Manual de descenso de barrancos (Comité de barrancos de la Escuela Aragonesa de Montaña, editorial Prames). He querido incluirlas como una buena definición del medio acuático de los barrancos cuando este sobrepasa un nivel normal, tan difícil de calcular, y se convierte en un caudal que convierte una placentera actividad deportiva en un autentico infierno.
Quede claro que esta colaboración no pretende más que intentar acercar los temas relativos a las técnicas de aguas vivas, sin pretender sentar ningún tipo de cátedra, pues cada maestrillo tiene su librillo y ningún mortal posee la verdad suprema (cuidaros mucho de los que así lo crean). Como es lógico y normal (o debería serlo), para adentrarnos en tan atrayente (peligroso) mundillo, tenemos que formarnos como deportistas, con la participación en cursos de aguas vivas, y si es menester con el apoyo de manuales (los cuales nunca deberían sustituir a los cursos). Sirvan pues estas líneas (seguramente demasiadas) como apoyo para una mejor comprensión de tan difícil, atractiva y peligrosa práctica.
Que nos podemos encontrar en las aguas vivas al practicar Barranquismo
- Rebufo superficial con espacio entre la base y el fondo. Suelen ser los más típicos, y en general, permiten bucear para buscar la corriente de salida.
- Rebufo tumbado, provocado por un saliente de roca. En este tipo de rebufos no existe espacio entre la base y el fondo, por lo que no se puede bucear para salir, ni buscar una corriente inferior. Tienen el problema de que pueden golpearnos contra el fondo.
- Rebufo visto en profundidad. El flujo se divide en dos partes, una corriente de salida (FS) y una corriente que nos empuja hacia la caída del agua (R). La zona central es en la que el agua sube en altura, formando una especie de hongo.
- Sifón estrecho en el que el caudal se precipita de forma veloz hacia el orificio. Reciben el nombre de sifones aspirantes porque la elevada velocidad nos arrastra hacia ellos. En ciertas ocasiones nos será imposible luchar contra la fuerza del agua, por lo que deben ser evitados a toda costa. Suelen producir turbulencia a la entrada y salida debido a la velocidad del agua que provoca un cambio de fase.
- Remolino superficial, generalmente sin consecuencias peligrosas, excepto por que nos arrastre hacia una zona de rebufo. En ellos lo más cómodo es dejarse llevar hacia su exterior y no nadar contracorriente.
Técnicas para las aguas vivaces en barrancos
En la técnica de aguas vivas, vamos a empezar por el comportamiento de un río, por que en su mayoría, lo podremos extrapolar a las situaciones que podamos encontrarnos en un barranco. De hecho, la mayoría de los barrancos no son sino partes altas, o partes encajadas de los ríos, como pasa por ejemplo con la Peonera (río Alcanadre) o con el Vero (río Vero), ambos en la sierra de Guara, paradigmas de barrancos supuestamente fáciles por su ausencia de maniobras con cuerdas, que sin embargo tienen el triste récord de ser los dos barrancos con más víctimas mortales, dentro de los barrancos aragoneses.
Por lo tanto, en un tramo recto de un río encontraremos distintas velocidades del agua, denominadas venas. La de mayor velocidad viene a coincidir con la parte media del río, la cual se denomina vena principal o central. Los laterales del río cuando son poco profundos y los obstáculos (habitualmente grandes piedras que sobresalen del agua) por fricción forman contracorrientes, que son las zonas que buscaremos para hacer reposos dentro de la progresión o bien para salir del río cuando hayamos alcanzado el lugar deseado (cuidado con las contracorrientes que se formen detrás de grandes bloques, pues pueden llevar asociadas desagradables sorpresas).
Tenemos los dos conceptos básicos para la progresión a nado por un río, la cual haremos siempre usando la posición de seguridad (boca arriba, con los pies por delante, los tobillos a ras de agua, los brazos abiertos para desplazamientos laterales y sobre todo, con la cabeza levantada para en todo momento ver y anticipar los obstáculos y peligros). Cuando queramos alcanzar un punto determinado, o meternos dentro de una contra, lo que debemos hacer es girarnos para empezar a nadar con energía. Cuando realicemos el nado lo haremos mirando un poco más hacia arriba de la perpendicular que formaríamos con la orilla, pues de esta manera avanzaremos hacia nuestro objetivo y contrarrestaremos un poco el empuje del agua.
Pese a esta posición, la fuerza del agua nos irá desplazando río abajo, por eso nos tendremos que girar para empezar a nadar varios metros antes del punto a alcanzar, dependiendo esto de la distancia a la que se encuentre de nosotros (por ejemplo, para entrar en una contracorriente creada por una roca por la cual vamos a pasar a un metro, bastará con girarnos un par de metros antes del inicio de la contra). Debido a la fuerza con la que el agua nos va a llevar, cuando tengamos que zambullirnos, lo haremos saltando de cabeza y siempre saltando en una diagonal hacia arriba respecto de la corriente.
De esta manera, al menos conseguiremos que cuando empecemos a nadar estemos como poco a la altura del punto desde donde saltamos. Dentro de lo posible, tenemos que asegurarnos que a la zona donde vamos a zambullirnos está libre de obstáculos, fijándonos en los posibles cambios de tonalidad del fondo o en los cambios de movimiento del agua (por ejemplo oleaje).
Para progresar un grupo por una zona de río, lo haremos de uno en uno y esperando que el de delante haya llegado a la zona convenida de reunión.
Hasta aquí, lo que podríamos denominar como la «parte fácil» de la progresión en aguas vivas. A continuación vamos a ver los movimientos que forma el agua, según la fisonomía del barranco. La cantidad de caudal que lleve y la concentración del mismo van a condicionar estos movimientos, pues en un mismo lugar se formarán movimientos de agua distintos dependiendo de si el caudal es mayor o menor.
Qué son los rebufos en el barranquismo
Los rebufos son corrientes circulares de eje horizontal (sirva como ejemplo comparativo las ruedas de un vehículo) en el sentido de la corriente, creados por la caída en cascada del agua y condicionados por la forma del salto de agua (más posibilidades sí es arrampada), por la cantidad de caudal (más posibilidades sí el caudal es mayor y más concentrado) y por la forma de la badina de recepción (mas posibilidades sí tiene forma esférica).
Cuando el agua cae en estas condiciones, se crean dos corrientes, una inferior que sale hacia delante y otra superior que sale hacia arriba. Es esta segunda corriente la que propiamente dicho es la parte peligrosa del rebufo, pues parte del agua que sube, vuelve hacia la base de la cascada, creándose esta corriente circular de constante cíclica (te hunde, te sube y te lleva hacia la cascada para hundirte de nuevo). Esta corriente que sube crea un montículo acuático, de color blanco por la cantidad de oxigeno que contiene el agua, llamado hongo. Cuanto más alto y más alejado de la base de la cascada, más peligroso es el rebufo.
Para la formación de rebufos basta con que el agua caiga de medio metro de altura. Ahora bien, los rebufos se convertirán en «inofensivas» setas, si el agua cae de manera vertical desde mas de tres-cuatro metros de altura y la badina tiene una profundidad considerable. Esto puede cambiar en condiciones de caudal fuerte. Si queremos asegurarnos que nos encontramos ante un rebufo, no tenemos más que tirar un trozo de rama o algún objeto que flote (la mochila atado a una cuerda para poder recuperarla, por ejemplo).
La técnica correcta ante un rebufo es evitarlo a toda costa, para lo cual contamos con maniobras como los pasamanos, las desviaciones, los fraccionados o más complejas como hacer un rápel guiado a mochila. Evidentemente, en cuanto el primero haya superado el rebufo, con un simple rápel guiado a una reunión fiable o bien al cuerpo, conseguiremos que pase el resto del grupo.
Es importantísimo que el primero en bajar, no lleve nada que le pueda entorpecer, o agravar su situación en caso de caer al rebufo (por ejemplo la mochila). Si no podemos realizar ninguna maniobra para superar el rebufo, la técnica a emplear es el salto, con todos los inconvenientes que conlleva saltar a una badina de la cual no hemos podido comprobar previamente que está limpia de obstáculos. Para hacerlo desde cierta altura, usaremos el salto normal de pie, procurando hacerlo lo suficientemente lejos como para superar la parte alta del hongo.
Si desde donde podamos saltar se encuentra a poca altura, medio o un metro, y no tenemos opción de tomar un impulso adecuado sin riesgo de resbalones, la técnica que usaremos es el salto de cabeza, pero con la pequeña variación de ir a dar con la tripa en la parte alta del hongo. Insistir una vez más que cuando el primero ha superado un obstáculo, no es necesario que el resto del grupo lo haga de la misma manera, pues es más seguro realizar maniobras con cuerdas (rápel guiado en este caso).
Si por un error o un descuido caemos dentro de un rebufo y nos atrapa la corriente que no nos permita salir, lo que debemos hacer es alcanzar la corriente inferior que nos sacará de allí. Para ello se recomienda hacernos una «bola» para pesar más, hundirnos y alcanzar la deseada corriente inferior. Otra posible opción es la de intentar ganar más profundidad cuando el rebufo nos hace llegar a la base de la cascada, para como en el caso anterior intentar coger la corriente inferior. Según la fisonomía del barranco, nos podríamos ayudar en la pared de la base de la cascada o en las paredes laterales de la badina si esta es estrecha.
Lo que nunca tenemos que hacer es intentar nadar o mantenernos a flote, pues de esta manera, el rebufo jamás nos permitirá salir de allí. El motivo por el que no debemos intentar nadar es muy sencillo, pues al haber un gran movimiento de agua, no estamos en una zona «sólo» de agua, si no
que nos encontramos en una zona de agua con una gran cantidad de aire, por lo que la densidad es menor y esto no nos permite avanzar. Todo lo contrario, lo único que conseguimos es cansarnos y quedar a merced del rebufo.
Para terminar con los rebufos, comentar que cabe la posibilidad de efectuar maniobras de autorrescate, pero para ello hace falta siempre que al menos una persona haya superado el rebufo, pues no tendremos éxito si en la maniobra luchamos contra corriente con el agua, pues nos supera con mucho en fuerza.
Qué son los drogsages en barranquismo
Los drosages son corrientes circulares verticales que, a diferencia de los rebufos, se forman cuando la corriente de agua impacta contra el exterior rocoso de una curva o contra un lateral del barranco. Al impactar el agua contra la roca, baja hacia su interior arrastrando hacia dentro cualquier cosa que vaya por esta parte exterior de la curva.
También se van a producir cuando en la recepción de un tobogán o una cascada arrampada se halle una zona horadada tipo cueva. En este caso, el agua que baja arrampada y con tendencia a hacer círculos, por la forma de cueva del fondo de la badina cambia el sentido de estos círculos, haciendo que queden perpendiculares al sentido original de la corriente.
Estos drosages, los arrampados, se van a caracterizar por la salida de pequeñas burbujas de oxigeno, que le dan un color blanco-azulado característico. Si el caudal es muy grande (si podéis acercaros alguna primavera a ver el río Ara por la zona del Salto del Carpín), a parte de las burbujas veréis un gran abultamiento del agua junto a la pared.
Los drosages los podemos clasificar en dos tipos, drosages abiertos y drosages cerrados. Los drosages abiertos son los que la forma de la roca (tipo cueva sin ningún tipo de saliente en su parte superior), crea una corriente que entra por la parte superior de la roca hueca, y baja siguiendo su fisonomía, hasta que la corriente sale.
Por eso se llaman abiertos, porque el agua al igual que entra, sale. A diferencia, los drosages cerrados, en la parte superior de la roca horadada, tienen un saliente orientado hacia el fondo. Este saliente es el culpable de que se cree una corriente encerrada dentro de la roca. Este drosage se denomina cerrado porque cualquier cosa que absorba quedará atrapada en su interior. Las dos opciones se complican más ante la posibilidad de encontrar troncos, ramas u otros objetos atascados en su interior. Queda claro que el drosage es un movimiento de agua a evitar siempre.
Aquí la mejor técnica o maniobra posible va a ser la observación unida a la anticipación. Ante cualquier duda, tenemos que esquivar el posible drosage, aunque esto nos suponga sacrificar algún apetecible tobogán. Si estamos progresando por una parte acuática o por un tramo de río, es preciso anticipar el drosage con el fin de evitar estar en la vena de agua más próxima a la pared, o en sus proximidades.
La fuerza centrífuga enseguida nos llevará a esas posiciones. Si no reaccionamos con la suficiente antelación, mantendremos la posición de seguridad (la que hemos explicado para progresar por una corriente) con la intención de intentar impulsarnos con los pies en la pared, para así salir lanzados aguas abajo y fuera del peligro del drosage.
Existen posibilidades de autorrescate ante un drosage, pero la opción que nos puede dar mas posibilidades de éxito es una maniobra que requiere de un mínimo de dos socorristas y de un gran compromiso (riesgo) por parte de uno de ellos.
Qué son los sifones de un barranco
Los sifones son, posiblemente, el fenómeno más peligrosos que nos podamos encontrar en un barranco (al menos a mi parecer), sobre todo por que nunca podremos saber desde fuera si presenta obstáculos internos como zonas sin salida, pasos estrechos, galerías, nichos, o aunque fuera «limpio» y de dimensiones que nos permitiesen el paso, si está obstruido en mayor o menor grado por ramas, troncos, piedras.
Un sifón es una corriente de agua que es aspirada al encontrarse un obstáculo en el cauce (un bloque empotrado, troncos, zonas de caos, marmitas agujereadas o la propia roca del barranco horadada por el agua) y encuentra paso por debajo de la superficie hacia el interior aumentando la velocidad.
La corriente sale al otro lado del obstáculo acompañado normalmente de burbujas de aire y/o corrientes de agua. Según la fuerza del agua esta puede salir a borbotones. Es importante resaltar que el obstáculo que pueda crear un sifón no tiene que estar siempre a la vista, pues a veces estos obstáculos se encuentran sumergidos, de ahí la importancia de progresar en la postura de seguridad, pues si nos dejamos llevar por el agua en posición vertical, podríamos ser aspirados por los pies. Bajo ningún concepto podemos dejar ser arrastrados por ningún sifón.
Aclarar que en los barrancos podemos encontrar pasos sifonados, que no son mas que sifones que por la diferencia de caudal o por el transcurrir del agua en calma, dejan un paso que para progresar hay que bucear, pero que no tienen fuerza para arrastrarnos a su interior. Aún así, si no tenemos información fiable de que es un paso sifonado practicable es mejor no arriesgarnos a encontrarnos con una desagradable sorpresa.
Estos son los típicos sifones que suelen buscar los barranquistas. El agua circula a baja velocidad por lo que no hay peligro de arrastre. No suelen generar mucha espuma.
Si por cualquier motivo nos vemos aspirados por un sifón, las posibilidades de actuación de salvamento son prácticamente nulas. Nuestra única esperanza es que la corriente principal nos lleve hacia una salida los suficientemente grande y limpia de obstáculos que nos permita salir.
Qué son los remolinos de aguas vivas
Los remolinos son movimientos de agua de eje vertical (sirva como ejemplo las puertas giratorias de algunos hoteles). Se crean por que el agua entra concentrada por un lado del cauce, o por toboganes bastante encajados, que sumados a la forma circular de algunas badinas o a que en la salida natural del agua encuentra algún obstáculo, por lo que se genera una corriente de movimiento circular continuado del que sólo escapa el agua que está en el exterior de la corriente. Esta corriente por sí sola no es especialmente peligrosa, al menos en principio, a no ser que la recepción del caudal genere otro movimiento de agua, rebufo o drosage, por ejemplo.
Aquí podemos hacer dos diferencias. Cuando son muy concentrados, se crea una zona de aspiración en el centro, por lo que cuanto más al interior más atrapado se esta. Si la aspiración es muy fuerte se nos puede llegar a tragar. Dejarnos aspirar es jugárnosla a cara o cruz, por que si bien lo podemos intentar utilizar (es la salida natural de la corriente y nos debería sacar aguas abajo) no podemos olvidar que podemos encontrarnos con los mismos peligros que en un sifón (pasos estrechos, obstruidos, etc.). Por eso ser aspirados es una solución que debemos desechar.
Por otro lado, tenemos las clásicas «lavadoras», que se crean cuando la corriente exterior es muy fuerte, pero dejan una zona de agua tranquila en el centro, aquí como comentábamos antes, el peligro es quedarnos sin poder salir de la badina o ser arrastrados hacia algún rebufo o drosage.
Ante esta situación, tenemos dos opciones para intentar salir de ahí, la primera sería desde el centro de la lavadora nadar fuerte hacia la salida del agua buscando el lado del barranco por donde primero pasa la corriente, pues de esa manera aunque el agua intente dejarnos dentro desplazándonos hacia el otro lado, lo normal es que podamos cruzar. Si no lo logramos, tendremos que meternos en la corriente exterior,
dejarnos llevar hacia la base de la cascada y cuando estemos cerca, nos encontraremos en la parte de la corriente con menos fuerza, momento que tenemos que aprovechar para impulsarnos en la pared, como complemento al nado fuerte en la misma dirección que antes.
Nunca tenemos que intentar nadar contra corriente para salir de una lavadora, pues sólo conseguiremos cansarnos, incluso llegar al agotamiento con las correspondientes consecuencias, fatales en muchos casos.
Qué son las setas de agua
Las setas de agua son bastante fáciles de identificar, pues podemos ver con cierta facilidad cómo, tras caer la cascada y volver el agua hacia arriba, el agua sale en todas direcciones. Se aprecia una seta (lo llamamos así para no crear confusión con los hongos de los rebufos) de agua y espuma creado por las burbujas y el agua que asciende desde el fondo.
Según la forma de las paredes de la badina, las setas lo que pueden hacernos al principio es empujarnos contra la pared, molestándonos en el nado por la incomodidad de tener que separarnos de la misma a la vez que braceamos.
Aunque no tienen por si solas un peligro destacable, ya que las corrientes que crea tienden a sacarnos de la zona agitada, su peligro se esconde en la posibilidad de un fallo de interpretación; que podamos confundir una seta con un rebufo. Queda claro pues que ante la duda … evitaremos siempre entrar en su «zona caliente».
Qué son los encorbatados de un barranco
Para acabar, vamos a hablar de los encorbatados. Estos consisten en la inmovilización que contra algún obstáculo nos produce una corriente fuerte de agua, el cual tiene un difícil escape. El gran peligro es que cuando se produzca el bloqueo, no sabemos si quedaremos parcialmente sumergidos, o de tal manera que las vías respiratorias queden en zona de agua (por tener sumergidas la nariz y la boca, o aun sin estar sumergidas, que la propia corriente nos las tape), con la lamentable consecuencia que todos podéis imaginar.
Reseñar también que, como otros movimientos antes descritos, puede estar asociado a otros fenómenos como sifones o drosages, pues el encorbatado aparte de producirse contra bloques en el cauce se puede producir también contra las paredes de un barranco. Como consecuencia, si nos vemos atrapados en un encorbatado asociado a «malas compañías», aparte de encontraremos inmovilizados contra el obstáculo por el efecto de la presión del agua, lo normal es que seamos absorbidos, con las consiguientes e inciertas consecuencias. Por lo tanto, el encorbatado supone, un claro peligro, aunque nos pueda parecer algo inusual.
Consejos de seguridad en la práctica del barranquismo
Para terminar con el tema de las técnicas de aguas vivas (sólo nos faltaría el tema de rescate que considero habría que tratar junto con el autorrescate en barrancos), me gustaría hacer una serie de comentarios, fruto de la experiencia adquirida con la práctica, de la observación y la experimentación (siempre de manera meditada y controlada), pero sobre todo por el aprendizaje adquirido con la formación, tanto la que he recibido como la que he impartido.
Una retirada a tiempo es una victoria. Si no estamos seguros con la cantidad de caudal es mejor volver otro día que lleve menos.
Recabar toda la información posible. Cada vez más los foros se están convirtiendo como el complemento perfecto para las topoguías, pues casi siempre hay gente que nos puede informar con bastante exactitud del nivel del caudal del barranco deseado.
Si nuestra intención es realizar un barranco con un caudal alto, lo primero es conocer el barranco con un nivel de agua bajo, que nos permita estudiarlo para así poder anticipar los sitios donde nos podemos encontrar dificultades. Esto debería ir unido a la realización de una serie de descensos del mismo barranco cada vez con un poco más de agua. Es un sistema lento, pero que nos ahorrara disgustos.
Realizar un seguimiento durante la semana de las precipitaciones en la zona así como de las previsiones meteorológicas para el día del descenso.
Prestar una especial atención a esos detalles complementarios al descenso del barranco (longitud y capacidad de la cuenca superior, tipo de vegetación, materiales del barranco, afluentes, surgencias, etc.), que determinaran las posibles variaciones (algunas de manera brusca) de caudal en el barranco.
No confundáis el valor o el arrojo con la ausencia de miedo por desconocimiento. Como es lógico y normal, lo que no conocemos no nos produce miedo, pero eso no quiere decir que lo que tenemos delante esté carente de peligro, si no más bien lo contrario, pues nos podemos meter en peligrosos movimientos de aguas vivas que tendríamos que evitar a toda costa. En resumen, en temas de aguas vivas, la ignorancia mata.
Y hablando de miedo, tenemos que aprovechar el miedo que nos pueda provocar el enfrentarnos a las aguas vivas en una serie de ventajas. Nos tiene que servir para concentrarnos al máximo y estar alerta para evitar cometer errores, agudizando al máximo la observación para captar toda la información que nos proporciona el barranco y así poder evitar imprevistos o sorpresas inesperadas.
Y sobre todo, nos tiene que servir para alcanzar un nivel altísimo de autocontrol, pues si no controlamos el miedo se nos puede convertir en nerviosismo, ansiedad, pudiendo llegar a convertirse en pánico, y como consecuencia de todo ello, a cometer fallos de consecuencias fatales. Personalmente, el miedo siempre me ha hecho concentrarme al máximo y rendir al 200%, siendo un acicate más para conseguir autosuperarme.
Y por ultimo, hacer un llamamiento desde estas líneas para que nunca se pierda el respeto a este fascinante pero a la vez complicado medio, por que sólo así podremos evitar errores propiciados por la rutina, por la falta de celo en detalles insignificantes que luego pueden convertirse en delicadas situaciones (detalles tan tontos como no ajustar las cuerdas en recepciones agitadas), por el desprecio al riesgo que asumimos, y por tantas pequeñas cosas que pueden acabar en desgraciados accidentes que nos cuesten la vida (Me gustaría aclarar que no pretendo asustar, ni acongojar, ni hacer una especie de apología del accidente y las desgracias. Pero tampoco quiero dulcificar, menospreciar o desdeñar el riesgo que evidentemente existe por manejarnos en un medio acuático.