Para los que lo ven desde fuera, la escalada no deja de ser un deporte de algunos locos que están dispuestos arriesgar su vida, o al menos dispuestos a darse un gran coscorrón a cambio de llegar a una cima para presenciar unas vistas privilegiadas.
Evidentemente, quienes ya se encuentran inmersos en el mundo de la escalada o el alpinismo sabrán que lo que acabo de decir es una barbaridad, y la pasión por la escalada va mucho más allá.
El riesgo en las escaladas
Si algo hay que contradice y asombra a muchos es que los escaladores detestan el riesgo. Un escalador es una persona capaz de estar tan concentrado que evalúa a cada instante cualquier situación de complejidad y si tiene oportunidades de éxito al afrontarlo.
Quien se adentra en el mundo de la escalada en primer lugar lo hace por un aspecto lúdico y deportivo. Se trata de una actividad al aire libre que te pone en forma y te hace sentirte vivo.
Es evidente que el escalador busca en la montaña la adrenalina que no le da la vida diaria. El escalador ama las dificultades pero detesta el peligro. Cuando va a la montaña busca afrontar dificultades pero nunca poniendo en peligro su integridad o la de sus acompañantes. Tomar decisiones en un instante da una subida de adrenalina difícilmente explicable.
Mientras más escalando más te vas autorrealizando, como en la vida, la escalada se trata de ir superando dificultades y seguir intacto. No hay nada más importante que ir afrontado retos y salir victorioso.
La contra de la escalada y que seguro que la mayoría eliminaría es que la escalada es un deporte tan sumamente duro que tras intentar cumplir algunas vías los días de reposo pueden ser unos cuantos. Ya se sabe, sarna con gusto no pica.