Para la escalada en la Sagra puntualmente salíamos a las 6 de la mañana rumbo a La Puebla de Don Fadrique.
Una parada en un bar de carretera me transportó a otro mundo ¿Estamos en guerra?
Todo el personal iba disfrazado de militar, con los trajes de camuflaje y los jerséis verdes del ejército, con sus banderitas y todo. Después de frotarme los ojos varias veces, comprendí que eran los cazadores que a esa hora apuraban sus licorcitos mañaneros quizá para adormecer sus conciencias antes de salir a matar animales al campo.
La Sierra de la Sagra en diciembre
Poco antes de las 9 ya estábamos caminando por la embarrada y congelada pista, éramos la segunda “cordada” del día, unos Murcianos se nos habían adelantado unos pocos minutos.
En una media hora llegamos al pié del fabuloso embudo, como la nieve ya estaba pisada y helada, nos pusimos los crampones y empezamos a subir con ritmo fuerte piolet en ristre.
Acertamos al llevar una bolsa de hidratación, la pendiente es fuerte, en un kilómetro se ganan 500 metros de altura y no está la fiesta para ir jugando con la mochila sacando la cantimplora.
Mochilas de Hidratación a buen Precio
A mitad del embudo me detuve unos instantes para tomar unas fotos. Es la primera vez que me meto en una pendiente así, y no puedo evitar la sensación de vértigo. Como puedo guardo la máquina en el bolsillo y para arriba, cuanto antes salga de aquí mejor, la sensación de verticalidad y la vista hacia abajo son indescriptibles, se entiende enseguida lo del embudo.
Al final la pendiente se suaviza un poco y pronto alcanzamos la cresta, donde nos quitamos los crampones, hacía un fuerte viento helado típico de esta montaña. Desde que alcanzamos la cresta hasta la cumbre quedan menos de 10 minutos de marcha. En total tardamos unas 3 horas en llegar hasta allí.
Unas galletas y un plátano saben a gloria después de una experiencia como esta.
Para el descenso
El descenso lo hicimos por el collado de las Víboras, después de tantas emociones, preferí dejar para otro día el descenso por el embudo, mis dos compañeros protestaron un poco, pero al final me acompañaron.
Al poco de dejar la cresta, hubo un paso un poco complicado por el hielo, pero calzándonos otra vez los crampones lo superamos sin mas problemas.. A partir de ahí, encontramos poca nieve hasta que al dejar el collado nos volvimos a internar en la cara norte, que estaba llena.
Dos horas y media después llegábamos al coche con las botas atascadas de barro. Otra espléndida comida en el restaurante Collados de la Sagra, puso el fin de fiesta a esta jornada de alta montaña.